“…Wayta Apu consideraba muy aburridas las horas de clases; expresaba, sin que el malvado ‘profesor’ escuchase, ‘¿para qué me sirven todas estas cosas que me está enseñando el ‘profesor’?’ Esta pregunta también se la hacen casi todos los niños que han asistido a las escuelas rurales de la provincia de Yungay, especialmente en Huashcao. Obviamente que esta interrogante se la han formulado los alumnos de Latinoamérica en algún momento.
El ‘profesor’ era un elemento más que adornaba el descontento colectivo de los alumnos. El plan de estudio, descontextualizado, usaba en las clases de forma exclusiva el español y el ‘profesor’ era de estos llamados memorísticos que había que repetirle todo como él lo escribió en el pizarrón, etc. Era (y es) una especie de educación ‘pizarrónica’.
Ella y sus compañeritos esperaban que las horas de clases tuvieran el mismo contenido que las conversaciones, a modo de cátedras, que daba constantemente el yachaq; claro está que distaban mucho uno del otro. El yachaq hablaba de los valores andinos con dulzura, con amor paternal; su voz se deslizaba suavemente, como la linaza, por los oídos de sus interlocutores…”
“Para un medio digital, una nota informativa debe escribirse en voz activa, modo indicativo, en tiempo presente, compuesto y pluscuamperfecto; cuando lo amerite el caso, sin adverbios, adjetivos calificativos, perífrasis verbales, conjunciones parasitarias ni verboides”, Raúl Germán Bautista, director del Guardián de la Verdad.
jueves, 11 de octubre de 2012
miércoles, 10 de octubre de 2012
Wayta Apu en la escuelita rural de Huashcao. Pasión Andina, Raúl Germán
"Huashcao
en el guardián de la cumbre más alta y hermosa que tiene el Perú, el nevado
Huascarán. Desde allí se divisan los atardeceres más encantadores que ser
humano haya podido ver. Estar en Huashcao es estar en contacto con lo más puro
de la naturaleza.
Parecía
increíble, pero lo cierto es que el “profesor” golpeaba y castigaba de la
manera más brutal a cualquier alumno que, según él, “tenga la osadía de hablar
en quechua”.
La
escuelita se había convertido en la casa del terror para esos alumnos; más que
horas de clases, eran momentos de sobresalto. El correcto proceso
enseñanza-aprendizaje se había lanzado al tacho (zafacón)...".
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